martes, 1 de septiembre de 2009

LA VOZ DE LA LLUVIA DETRÁS DE UNA VENTANA




Y me sentiré tan agotada después de vivir
en la ciudad que no me importará no hacer nada,
simplemente oiré caer la lluvia.

Tennessee Williams

Muchas veces la hemos oído mencionar, muchas veces la hemos sentido, a veces nos da rabia que llegue, otras tantas, nos alegramos de que esté acá, con nosotros. A algunos les gusta encontrarse en ella, pero otros, simplemente tratan de huirle. Sin embargo ¿cuántas veces nos hemos percatado de oírla, de escuchar ese mensaje, esa voz, que ella nos transmite? Y es que no es fácil escuchar la voz de la lluvia, claro está, pero si nos ponemos a pensar en el desamor, en la tristeza, en la muerte, en el hambre, en la pobreza, en la miseria, en los ojos de un niño de la calle, estamos escuchando la voz de la lluvia.

Yo pertenezco al primer grupo, al grupo de los que nos gusta sentirla, admirarla y percibirla y suena un poco raro hablar de lluvia cuando en este momento estamos pasando por una ola de calor casi insoportable, pero es precisamente esa razón por la que llego a este tema, pues pretendo, en estas cortas páginas que todos podamos sentir, escuchar y admirar la lluvia para salirnos por un momento de tan agobiante clima.

Curiosamente, hoy está lloviendo, hace un frío placentero para mí gusto, y miro la lluvia, la miro y detrás de mi ventana la escucho en medio de la soledad y el silencio, donde la única voz que me acompaña es la de la lluvia y ella me habla y me dice tantas cosas, me habla con sinceridad, con certeza, me habla de la naturaleza, de la degradación que el hombre le ha propiciado, me cuenta, por ejemplo, que a veces el sol no le permite salir, pues el calentamiento global, que pensamos nunca llegaría, llegó con furor y está acabando con el planeta y de paso con la lluvia, con la tierra, con nosotros, que como humanos, cada día nos resignamos más a esta situación y lo que queda ya, es aceptar nuestro error de no haber escuchado a nuestra maestra cuando nos decía que el planeta se iba a quedar sin agua, que no tiráramos basuras a las calles porque las cañerías se podían taponar, nunca hicimos caso de ahorrar un poco de luz cuando no la necesitábamos, o de bañarnos en cinco minutos para no gastar tanta agua, o lavar una vez a la semana, no, nunca hicimos caso a eso y ahora ¿el resultado? Nada de lluvia y hoy sí pensamos en que un poco de agua no nos caería nada mal.
“Ola de calor le cambió la vida a millones de ciudadanos. En Bogotá las blusas ombligueras reemplazaron a las chaquetas de paño. Vendedores de jugos y refrescos ‘hacen su agosto’. En Medellín autoridades conforman plan de acción para evitar los incendios forestales. Los bumangueses duermen con las ventanas ‘de par en par’.”
Hoy la lluvia se está desahogando, sí, ella también llora. Y me dice que le afecta enormemente tener que salir cuando sabe que le puede dañar la vida a miles de personas, que por su culpa un río o una quebrada se pueden desbordar y acabar con la vivienda de tantos inocentes. “Doce casas destruidas y unas 250 familias damnificadas dejan las emergencias causadas por las quebradas la Quiebra, la Mandalay, La Yunque, La Planta y La Valeria en Caldas, Antioquia.”

La lluvia, la bella lluvia, no es sólo vista cuando de manifestaciones climáticas se trata, a ella la podemos ver en nuestros ojos tristes, en nuestros hogares, cuando nos enfrentamos a nuestros hermanos y padres, en la soledad de las madres que esperan, infundadamente, a un hijo desaparecido, en la tristeza de una mujer que fue abandonada por su hombre o en el desespero de otra que no encuentra ya felicidad en su hogar, en los niños que tiene hambre en cualquier parte del mundo o que simplemente no pueden ser felices ni disfrutar de su infancia como otros, ya lo hemos visto en imágenes como en la película Voces Inocentes, dirigida por Luis Mandoki, en donde Chava, un niño de once años, se ve atrapado por las circunstancias y tiene que convertirse, entonces, en el “hombre de la casa” y de paso irse a la guerra para que no lo maten. Así mismo, nos lo ilustra también el escritor cubano, Guillermo Cabrera Infante, en su cuento El día que terminó mi niñez, aquí, Silvestre se da cuenta de que los Reyes Magos no existen y de que su madre necesita de su ayuda para trabajar y conseguir un poco de dinero, de esta manera, a Silvestre le corresponde asumir ciertas responsabilidades que lo harán convertirse en el “hombre de la casa”. Es de anotar que en ambos casos, se ve la ausencia del padre, una manifestación más de la lluvia en los hogares. Y muy bien nos lo dice el cantante uruguayo Jorge Drexler en su canción Disneylandia “Niños iraquíes huidos de la guerra no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia.”

Sin embargo, ver la lluvia de esa manera, para mí es un poco difícil, pues como les dije antes, pertenezco al grupo que ama la lluvia y que la ve y la escucha como esa manifestación hermosa de la naturaleza, sin embargo, no podemos negar que la lluvia es vista, en muchas ocasiones, como un problema. En dichos como “Si por allá llueve, por acá no escampa” o “después de la tormenta llega la calma” o “cuando llueve no todos nos mojamos”, encontramos cierta inconformidad con la lluvia, con esa lluvia que nos da vida, que nos da campo, verde, flores, naturaleza, brisa y serenidad.
Quiero dejar en claro, que no estoy de acuerdo con los desastres que pueden ocasionarse por la lluvia, ni mucho menos me gusta pensar la lluvia como ese dolor en donde la podemos encontrar. Amo la lluvia, me gusta. Siempre he pensado que mis lágrimas son lluvia, por eso amo mis lagrimas, amo llorar y sentirme así, parte de la lluvia.

Escuchar la lluvia…escuchar su voz, es un ejercicio que todos deberíamos hacer en algún momento de nuestra vida, no limitarnos sólo al sonido que se produce sobre las tejas, sino escucharla y si es posible, si no le temes a los resfriados, sentirla, salir a la calle y correr y brincar en los charcos y dejar que tu ropa se moje, pues al fin y al cabo, ahí está el sol, para que nos seque la ropa que la lluvia nos mojó y de esta manera, su voz, la voz de la lluvia, se hace presente en nosotros y nunca le temeremos y podremos hablar como ella lo hace. “Hace demasiado tiempo que no hablamos…abierta y claramente. Cuéntame cosas. ¿Qué has pensado en silencio? Mientras yo he circulado como una postal sucia por esta ciudad… ¡Dime, háblame! Háblame como la lluvia, y yo estaré aquí echado y te escucharé.”

Foto: Tomada y editada por Johnny Cano Corrales. Sus fotos en http://www.flickr.com/photos/jaccourbano/

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