sábado, 5 de diciembre de 2009

Y para esta época...

Diciembre, sí. Felicidad, alegría, fiestas, regalos, música, luces, colores, árboles, Papá Noel, Reyes Magos y niño Jesús.



Diciembre, tal vez. Pólvora, algarabía, ruido, niños quemados, marranos cruelmente asados, calles sucias, licor, papás borrachos, papás secuestrados, papás desaparecidos, papás muertos, madres tristes, niños pobres, casas a oscuras, árboles sin hojas, regalos imaginarios y reyes que no existen.

Diciembre para unos…rutina para otros.

Nota: La imagen fue tomada de: http://lnk.ly/sgk6

lunes, 30 de noviembre de 2009

"Si no te mueres no serás libre"

“No me gusta jugar a la guerra” es una de las tantas frases cautivadoras que podemos percibir en la película iraní Buda explotó por vergüenza, en donde Baktay, una niña de unos 6 años sufre bastantes infortunios para ir a la escuela, y aunque tiene ganas de asistir, no cuenta con el apoyo de su familia, pues los miembros de ella, están ausentes en todo el transcurso de la historia y, aparte de esto, no cuenta con el dinero suficiente para comprar un cuaderno, un lápiz y un borrador que es lo mínimo que se requiere para ir a estudiar; es por esta razón que después de comprar el cuaderno, lleva consigo un lápiz labial de su mamá para poder escribir.

Sin embargo, conseguir el cuaderno no fue fácil y para poder obtener las diez rupias que costaba éste, decidió vender algunos huevos que había en su casa y de esta manera poder comprar el tan anhelado cuaderno. Esta imagen es, en mi concepto, una de las más desgarradoras de la película, pues es intolerable ver a una criatura que inspira tanta ternura, rogándoles a las personas de la plaza de mercado que le compren un huevo que cuesta sólo cinco rupias.

Sin duda alguna, Buda explotó por vergüenza es una historia que nos refleja la realidad de las mujeres en la sociedad iraní, y nos lo hace ver a través de unos cuantos niños, que en vez de ir a la escuela están jugando a la guerra y piensan en acabar con las mujeres porque son paganas, hasta el punto de taparles la cara con bolsas de papel y encerrarlas en una cueva. Es claro que si los niños tienen esa actitud es porque ellos lo ven en la sociedad, tal vez en sus familias, y es, en cierta medida, lo que su entorno les ha ofrecido: una convivencia con en conflicto y el terror.

Y es precisamente esta guerra “imaginaria” la que hace que Baktay llegue tarde a la escuela de niñas, después de haber sido sacada grotescamente de la escuela para varones, a donde asistió con su vecino Abbas, quien leía en voz alta y sin cansancio el alfabeto.

“No me han enseñado nada, he aprendido yo sola” es la respuesta que obtiene Abbas de parte de Baktay, después de asistir a la escuela, en donde no recibe un sólo estímulo de parte de la maestra, pues al igual que la ausencia de padres, existe también la ausencia de la maestra en la escuela, quien únicamente está al frente de un tablero preocupándose porque las niñas escriban correctamente los números. Y al final, Baktay no logra aprender las historias que pensaba conocer en la escuela.
Caras de tristeza, manos sucias y desgastadas, sonrisas inocentes, voces ingenuas y marcas de dolor, rencor y soledad son algunos de los factores que se pueden observar en el transcurso de la película, factores que ayudan a preguntarse el porqué de las injusticias sociales, no sólo en los países de oriente, sino también en todo el mundo, el porqué de la falta de recursos para la educación, el porqué de la guerra y el por qué de los niños “jugando” a la guerra, preguntas que nunca tendrán respuestas; al contrario, nos seguiremos preguntando lo mismo día tras día.

“Baktay, muérete. Si no te mueres, no serás libre”, es una de las últimas frases pronunciadas por Abbas, el vecino de la protagonista. A simple vista, puede parecer una frase muy inocente que se dice en medio del juego, pues para que éste acabara, la niña debía hacerse pasar por muerta; sin embargo, este mensaje puede ser para todos los habitantes de la tierra, pues es cierto que si no morimos, nunca seremos libres, estaremos a salvo sólo cuando ya nuestro cuerpo no exista. Por ahora, nos corresponde, entonces, arriesgarnos a vivir, a soñar con un futuro absolutamente incierto y a temerle a las balas, a las granadas y a las bombas (factores también presentes en la película) que pueden pasarnos por nuestras narices sin que lo alcancemos a notar.

Así fue, entonces, como Buda explotó por vergüenza, pero me atrevo a decir, que no fue sólo por vergüenza, fue también por tristeza y decepción de ver cómo las personas que lo siguen tan fielmente, han ido destruyendo, paso a paso, a la humanidad.

Ahora me pregunto, ¿será que nuestro dios también explotó por vergüenza y es por eso que ya no sentimos más su presencia?


NOTA: La imagen fue tomada de:
http://lnk.ly/bt9o
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lunes, 7 de septiembre de 2009

Luz de Luna



En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.

Arthur Schopenhauer



Siempre me ha gustado escuchar las voces femeninas, la voz de mi madre, la de mi abuela, la de mis hermanas, y las de mis amigas. Pero hay otra voz, en especial, que me gusta de ellas y me atrapa. Sí. Es su voz en la música, nunca he dejado de pensar que una mujer que canta, confiesa y manifiesta su pasión, sus emociones y su alma.

Desde muy niña, en mi cuarto sólo se escuchaba la voz de mujeres como Amaia Montero de la Oreja de Van Gogh, Gwen Stefany con No Doubt, Amy Lee de Evanescence, Marta y Marilia, las chicas que bailaban solas, mi tocaya Laura Paussini, Ana Torroja con y sin Mecano, Rosana, Christina Rosenvinge y sus amigos, los subterráneos.

Con todas ellas aprendí que nos podemos ir a una playa y cantar la canción más bonita del mundo, que nos podemos enamorar de nuestro mejor amigo y pedirle que no hable, que nos podemos hacer daño, o que hemos tratado de decirnos, fuertemente, que el hombre que amamos se fue, pero que sigue aquí, acompañándonos su ausencia, o que simplemente, lo echamos a suerte porque ese gusano en la tripa, algún día, dejó de bailar. Aprendí que hay amores extraños, esporádicos, efímeros, problemáticos, frágiles, prisioneros, cómplices, amores que vienen y se van y que entre el cielo y el suelo hay algo con tendencia a quedarse calvo o que dos mujeres pueden darse la mano y hacerlo debajo del mantel. Aprendí que puedo vivir tranquila, sin pausa, pero sin prisa o que mil pedazos de mi corazón pueden rodar por toda la habitación.

Sin embargo, esto fue hace ya algunos años, y aunque todavía las recuerdo, ahora las mujeres, las grandiosas mujeres que invaden mi habitación son dos, ellas me recuerdan la belleza, la sensualidad, el coqueteo, la madurez, la fortaleza, la una con el tango, la otra con la ranchera, me han despertado las ganas de fumar mientras las escucho y de disfrutar de una buena compañía. Sus voces son fuertes, amargas, crudas, pero bellas, enormemente bellas, una voz argentina, la otra costarricense o mexicana y ambas cantándole al amor, a la soledad, al dolor y al placer.

Adriana Varela y Chavela Vargas, son quienes, en los últimos días me han cautivado con sus grandiosas voces y las escucho mientras me baño y me arreglo para comenzar mi rutina o para acompañar un tedioso viaje en un bus de Bello. Las escucho junto a mis hermanas, a mi mamá y a mi tía, tomando cuba libre, las escucho con la compañía de un buen vino tinto en una tarde fría y lluviosa, me traen recuerdos y me recuerdan también lo mucho que lo amo. Adoro la calle en que nos vimos, la noche cuando nos conocimos, adoro las cosas que me dices, nuestros ratos felices los adoro vida mia.

Con notas como …y en el fetiche de un afiche de papel se vende la ilusión, se rifa el corazón… del compositor Homero Expósito, descubrí la maravilla del tango, la dulce armonía que hay detrás de cada letra, la elegancia y la sensualidad que se esconde detrás de cada frase.

Con Adriana Varela, está Carlos Cardel, Enrique Cadícamo, Roberto Goyeneche, (Canta, garganta con arena, tu voz tiene la pena que Malena no cantó), Homero Manzi, Celedonio Flores, Piazzolla y Ferrer, por mencionar sólo algunos, a ellos también los conocí gracias a Varela, quien con sus tangos me los presentó.

También me acerqué a Malena, claro está, la que canta el tango como ninguna y en cada verso pone su corazón, a la melodía del bandoneón y a las calles de Buenos Aires y comprendí que ese cielo azul que todos vemos no es cielo ni es azul. Aprendí, también, todo lo bueno, aprendí todo lo malo, sé del beso que se compra, sé del beso que se da, del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga y sé que con mucha plata, uno vale mucho más.

***

La ranchera no es uno de mis géneros favoritos, pero escuchar rancheras en la voz de Chavela Vargas, es otro cuento y muy distinto, pues Chavela tiene esa voz que duele y que mata, tiene esa voz que llega al alma y que hace llorar desde lo más profundo. Chavela Vargas me hace vibrar de emociones y me llena de sentimientos.

De autores de ranchera no conozco mucho, sólo sé que a través de la dama del poncho rojo, puedo ver a este género con otros ojos y puedo disfrutar de las melodías dedicadas al desamor al mejor estilo mexicano, pues si bien, Chavela no es de México, huyó a este país a los 17 años y tiene esa presencia que la representa. Amante de Diego Rivera y Frida Kahlo e inmortalizada en un boulevard de sueños rotos que canta Joaquín Sabina.

Quisiera ser la golondrina que al amanecer, a tu ventana vino para ver a través del cristal, un bello cuadro sin duda alguna, así como los muchos otros que nos encontramos con las canciones que Chavela interpreta. Bellos, pero también tristes, desgarradores y nostálgicos.

Piensa en mi cuando sufras, cuando llores, también piensa en mi, cuando quieras quitarme la vida no la quiero, para nada para nada me sirve sin ti.

Yo quiero luz de luna para mi noche triste para cantar divina la ilusión
que me trajiste.

Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad. A dónde vas? Dime si esta noche tu te vas de ronda como ella se fue con quien está.

Yo que fui del amor ave de paso, yo que fui mariposa de mil flores, hoy siento la nostalgia de tus brazos, de aquellos tus ojazos, de aquellos tus amores.

Aprendí que las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas, aprendí que hay una luna que nos acompaña en nuestras soledades, que podemos ser andariegos y buscar un amor que tal vez está escondido, me di cuenta, con ella, que podemos ser golondrinas viajeras y que podemos acercarnos a Macorina. Con ella aprendí que hay un segundo amor.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Encadenado está Prometeo. Encadenados estamos todos




“La sangre derramada tiene historia
De siervos que murieron bajo el sol
Lleva en sí misma un corazón insomne
Que late a veces y otras veces no”

De La Sangre derramada.
Mario Benedetti



El dramaturgo y más poético de los trágicos griegos, Esquilo, nos presenta en su obra Las siete tragedias, a Prometeo encadenado, un desgarrador drama en donde se entrecruzan la compasión y el odio, la mentira y la verdad, la justicia y la injusticia, todo esto, en un mismo escenario.

En estas cortas páginas, no pretendo hacer un recuento de tan magna obra, ni tampoco ahondar en cada uno de los personajes que en ella intervienen, lo que pretendo, contrario a esto, es poder mostrar cómo una tragedia escrita, quizás durante el siglo IV antes de Cristo, la encontramos aún vigente en nuestra historia, en nuestra vida y es tan real, que la vemos pasar ante nuestros ojos, y pocas veces nos damos cuenta de ello.

“¿Ves qué has logrado de tu manía de favorecer a los hombres? Eres un dios y no tuviste a mengua desafiar la cólera de los dioses: traspasaste la norma de justicia para dar beneficio a los mortales…Esta es tu recompensa: erguido en esta roca, sin probar el sueño, sin alivio, sin descanso alguno, sin doblar las rodillas… estarás dando alaridos, te quejarás de continuo… ¡inútilmente! Inexorables son las entrañas de Zeus…, y un amo nuevo es duro siempre.”

El párrafo anterior no miente, podría ser un breve resumen de la tragedia, pues Prometeo fue encadenado por luchar por el bienestar de los mortales y así como Robin Hood roba a los ricos para darle a los pobres, Prometeo roba fuego a los dioses para darle a los mortales, fuego que dio a ellos grandes ventajas para su propia existencia. “En una débil caña puse la semilla del fuego que robé…esa que es la maestra de las artes todas para el mortal, su más precioso instrumento”

Prometeo pensó en ellos, en los mortales, cuando Zeus hacía la repartición de poderes, no se fijó siquiera en uno de éstos y fue el único que enfrentó la furia de Júpiter haciéndole saber que se equivocaba.

No nos hagamos los ciegos. A leguas puede verse que este tema no es nuevo y que si bien, no estamos encadenados por regalar fuego, es con la palabra. Sí, así como lo digo, es con y por la palabra con la que muchos mueren, han muerto o morirán o ¿debería decir…moriremos?

Jesús María Valle Jaramillo, por ejemplo, y a propósito de la conmemoración de su muerte, realizada hace pocos días, es un vivo retrato de lo que pretendo mostrar, pues fue asesinado por la única y simple razón de defender los derechos humanos. “El 27 de febrero de 1998, el abogado Jesús María Valle Jaramillo, Presidente del Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos y defensor de los presos políticos de Antioquia, fue asesinado por paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia -AUC ".

No tenemos a un Zeus, pero tenemos a un Carlos Castaño, no está La Fuerza ni tampoco Efestos, pero están los paramilitares, los intermediaros en el asunto ¿Hay entonces alguna diferencia? Para muchos puede haberla, pues ¿cómo comparar a alguien tan majestuoso y poderoso como lo es Zeus, con un personaje tan vil y macabro como lo era (pues dicen que ya se murió) Carlos Castaño?. Está bien esa apreciación, pero ¿qué tal si nos vamos entonces con otro personaje?, alguien aún más “poderoso e inteligente” como el presidente Uribe o “Uribito” como es llamado por tantos para hacerle mención de diferentes maneras.

Suena contradictorio que alguien a quien la mayoría del pueblo alaba, sea llamado “Uribito”, pero estas son las contradicciones de nuestro país, un país que un día canta por la libertad y la paz, celebrando una independencia que no sabemos si existe, mientras al día siguiente se llena la plazoleta de una universidad pública, con un sinnúmero de fotografías de mujeres y hombres desaparecidos desde hace más de veinte años, más de veinte años encadenados, encadenados como Prometeo, expuestos al sol y al agua, sin lengua para hablar, sin ojos para ver, sin oídos para escuchar, solo con un par de piernas para rodar por los campos de este llamado “país independiente”, porque las manos están atadas, por temor a que cojan un fusil, disparen y salgan huyendo del monte.

“Tu infortunio deploro, oh Prometeo: de mis ojos brota un río de lágrimas e inunda mis mejillas con sus húmedos raudales. Zeus obra injustos hechos: fundado en leyes suyas arbitrarias ostenta su soberbia sobre los viejos dioses”. Otro argumento más que no podemos pasar de largo, visto en la obra de Esquilo, pues son esas lágrimas las que llora la injusticia, las que lloran las madres que esperan desconsoladamente el regreso de su hijo desaparecido, o las lágrimas que derrama una mujer, esperando por su marido en un cama que es para dos, no para uno solo.

Y precisamente, esto fue lo que pudo haberle ocurrido a la esposa del médico, ensayista y defensor de los derechos humanos, Héctor Abad Gómez, pues no tengo la menor duda de que Doña Cecilia, su amor y compañera inseparable, haya sido indiferente a tan tediosa tragedia, en donde muere uno más por defender los derechos humanos, por hablar, por darle voz a aquellos que no tenían, por denunciar y acusar todo eso de lo que difería y fue cuando un triste y, supongo yo, frío y gris 26 de Agosto de 1987, Héctor Abad Gómez “Cae de espaldas, sus anteojos saltan y se quiebran, y desde el suelo, mientras piensa por último, estoy seguro, en todos los que ama, con el costado transido de dolor, alcanza a ver confusamente la boca del revólver que escupe fuego otra vez y lo remata con varios tiros en la cabeza, en el cuello, y de nuevo en el pecho”

Tragedia nada distinta a la de Jesús María Valle o ¿por qué no? a la de Jaime Garzón, a quien doy el nombre de humorista – crítico –profeta, a la del político liberal Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinado durante su última campaña electoral por personas dirigidas por Pablo Escobar, jefe de la mafia de la droga en Colombia, tenemos también a Jorge Eliecer Gaitán, fundador del movimiento político Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR), Luis Felipe Vélez Vélez, Leonardo Betancur, ambos amigos de Abad Gómez, en fin, estos por mencionar algunos de los tantos que han sido condenados por levantar su voz, por ayudar, por hacer caer en la cuenta de la realidad a más de uno, por dejar semillas para la paz y no para la guerra, por aportar ideas con sentido y con coherencia, por haber querido y haber pretendido, así como Prometeo, hacer del hombre, del mortal, un ser con esperanzas para su vida, con recursos para subsistir, personas que no fueran menos que nadie, sino por el contrario, que fueran iguales todos, pero según parece, luchar por la equidad, fue, es y seguirá siendo un delito, no solo en Colombia o Locombia, si así lo quieres llamar, sino también en países como Argentina, Chile, Cuba, en donde las dictaduras generan, en mi criterio, confusión, desorden, violencia, pesadumbre, tristeza, rencor, odio, rechazo…Pero volvamos a Grecia, en donde hace miles de millones de años la situación no fue distinta y se juzgó a Prometeo por ir en contra de algo “¡Oh venerable majestad de mi madre; oh Eter que al mundo llevas en giro la luz común a todos…, bien veis cuán sin justicia padezco…!

Para finalizar, quiero compartir y resaltar en estas páginas ese hermoso poema que llevaba el ya mencionado anteriormente, Héctor Abad Gómez, en su bolsillo cuando lo mataron, se llama “Epitafio” y dice así:

Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
Y que fue el rojo Adán, y que es ahora,
Todos los hombres, y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
Del principio y el término. La caja,
La obscena corrupción y la mortaja,
Los triunfos de la muerte, y las endechas.

No soy el insensato que se aferra
Al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre
Que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del Cielo
Esta meditación es un consuelo.

La imagen fue tomada de: http://guajiros.udea.edu.co/Eva/Imagenes/abad.jpg

martes, 1 de septiembre de 2009

LA VOZ DE LA LLUVIA DETRÁS DE UNA VENTANA




Y me sentiré tan agotada después de vivir
en la ciudad que no me importará no hacer nada,
simplemente oiré caer la lluvia.

Tennessee Williams

Muchas veces la hemos oído mencionar, muchas veces la hemos sentido, a veces nos da rabia que llegue, otras tantas, nos alegramos de que esté acá, con nosotros. A algunos les gusta encontrarse en ella, pero otros, simplemente tratan de huirle. Sin embargo ¿cuántas veces nos hemos percatado de oírla, de escuchar ese mensaje, esa voz, que ella nos transmite? Y es que no es fácil escuchar la voz de la lluvia, claro está, pero si nos ponemos a pensar en el desamor, en la tristeza, en la muerte, en el hambre, en la pobreza, en la miseria, en los ojos de un niño de la calle, estamos escuchando la voz de la lluvia.

Yo pertenezco al primer grupo, al grupo de los que nos gusta sentirla, admirarla y percibirla y suena un poco raro hablar de lluvia cuando en este momento estamos pasando por una ola de calor casi insoportable, pero es precisamente esa razón por la que llego a este tema, pues pretendo, en estas cortas páginas que todos podamos sentir, escuchar y admirar la lluvia para salirnos por un momento de tan agobiante clima.

Curiosamente, hoy está lloviendo, hace un frío placentero para mí gusto, y miro la lluvia, la miro y detrás de mi ventana la escucho en medio de la soledad y el silencio, donde la única voz que me acompaña es la de la lluvia y ella me habla y me dice tantas cosas, me habla con sinceridad, con certeza, me habla de la naturaleza, de la degradación que el hombre le ha propiciado, me cuenta, por ejemplo, que a veces el sol no le permite salir, pues el calentamiento global, que pensamos nunca llegaría, llegó con furor y está acabando con el planeta y de paso con la lluvia, con la tierra, con nosotros, que como humanos, cada día nos resignamos más a esta situación y lo que queda ya, es aceptar nuestro error de no haber escuchado a nuestra maestra cuando nos decía que el planeta se iba a quedar sin agua, que no tiráramos basuras a las calles porque las cañerías se podían taponar, nunca hicimos caso de ahorrar un poco de luz cuando no la necesitábamos, o de bañarnos en cinco minutos para no gastar tanta agua, o lavar una vez a la semana, no, nunca hicimos caso a eso y ahora ¿el resultado? Nada de lluvia y hoy sí pensamos en que un poco de agua no nos caería nada mal.
“Ola de calor le cambió la vida a millones de ciudadanos. En Bogotá las blusas ombligueras reemplazaron a las chaquetas de paño. Vendedores de jugos y refrescos ‘hacen su agosto’. En Medellín autoridades conforman plan de acción para evitar los incendios forestales. Los bumangueses duermen con las ventanas ‘de par en par’.”
Hoy la lluvia se está desahogando, sí, ella también llora. Y me dice que le afecta enormemente tener que salir cuando sabe que le puede dañar la vida a miles de personas, que por su culpa un río o una quebrada se pueden desbordar y acabar con la vivienda de tantos inocentes. “Doce casas destruidas y unas 250 familias damnificadas dejan las emergencias causadas por las quebradas la Quiebra, la Mandalay, La Yunque, La Planta y La Valeria en Caldas, Antioquia.”

La lluvia, la bella lluvia, no es sólo vista cuando de manifestaciones climáticas se trata, a ella la podemos ver en nuestros ojos tristes, en nuestros hogares, cuando nos enfrentamos a nuestros hermanos y padres, en la soledad de las madres que esperan, infundadamente, a un hijo desaparecido, en la tristeza de una mujer que fue abandonada por su hombre o en el desespero de otra que no encuentra ya felicidad en su hogar, en los niños que tiene hambre en cualquier parte del mundo o que simplemente no pueden ser felices ni disfrutar de su infancia como otros, ya lo hemos visto en imágenes como en la película Voces Inocentes, dirigida por Luis Mandoki, en donde Chava, un niño de once años, se ve atrapado por las circunstancias y tiene que convertirse, entonces, en el “hombre de la casa” y de paso irse a la guerra para que no lo maten. Así mismo, nos lo ilustra también el escritor cubano, Guillermo Cabrera Infante, en su cuento El día que terminó mi niñez, aquí, Silvestre se da cuenta de que los Reyes Magos no existen y de que su madre necesita de su ayuda para trabajar y conseguir un poco de dinero, de esta manera, a Silvestre le corresponde asumir ciertas responsabilidades que lo harán convertirse en el “hombre de la casa”. Es de anotar que en ambos casos, se ve la ausencia del padre, una manifestación más de la lluvia en los hogares. Y muy bien nos lo dice el cantante uruguayo Jorge Drexler en su canción Disneylandia “Niños iraquíes huidos de la guerra no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia.”

Sin embargo, ver la lluvia de esa manera, para mí es un poco difícil, pues como les dije antes, pertenezco al grupo que ama la lluvia y que la ve y la escucha como esa manifestación hermosa de la naturaleza, sin embargo, no podemos negar que la lluvia es vista, en muchas ocasiones, como un problema. En dichos como “Si por allá llueve, por acá no escampa” o “después de la tormenta llega la calma” o “cuando llueve no todos nos mojamos”, encontramos cierta inconformidad con la lluvia, con esa lluvia que nos da vida, que nos da campo, verde, flores, naturaleza, brisa y serenidad.
Quiero dejar en claro, que no estoy de acuerdo con los desastres que pueden ocasionarse por la lluvia, ni mucho menos me gusta pensar la lluvia como ese dolor en donde la podemos encontrar. Amo la lluvia, me gusta. Siempre he pensado que mis lágrimas son lluvia, por eso amo mis lagrimas, amo llorar y sentirme así, parte de la lluvia.

Escuchar la lluvia…escuchar su voz, es un ejercicio que todos deberíamos hacer en algún momento de nuestra vida, no limitarnos sólo al sonido que se produce sobre las tejas, sino escucharla y si es posible, si no le temes a los resfriados, sentirla, salir a la calle y correr y brincar en los charcos y dejar que tu ropa se moje, pues al fin y al cabo, ahí está el sol, para que nos seque la ropa que la lluvia nos mojó y de esta manera, su voz, la voz de la lluvia, se hace presente en nosotros y nunca le temeremos y podremos hablar como ella lo hace. “Hace demasiado tiempo que no hablamos…abierta y claramente. Cuéntame cosas. ¿Qué has pensado en silencio? Mientras yo he circulado como una postal sucia por esta ciudad… ¡Dime, háblame! Háblame como la lluvia, y yo estaré aquí echado y te escucharé.”

Foto: Tomada y editada por Johnny Cano Corrales. Sus fotos en http://www.flickr.com/photos/jaccourbano/

sábado, 15 de agosto de 2009

Escribiendo a la muerte


“…Entonces bienvenida sea la dulce muerte fijada de antemano…” Andrés Caicedo. Que viva la música

Siempre había pensado que nunca me iba a pasar, lo veía venir lejos y, en algunas ocasiones, omitía el tema. Sin embargo, de un tiempo hacía acá, la siento cerca, tan cerca que la veo en cualquier lugar, en cualquier esquina, en cualquier persona, en la calle, en las aceras, en los autos, en las tiendas, en los bares. Es la muerte, la que siento que me persigue y es la muerte la que está presente siempre, al igual que la vida, en todos y en todo momento.

Me refiero a esa muerte que veo en los ojos de un niño que no tiene hogar, que no tiene un juguete o un amigo, a la muerte de los ancianos que están solos, a la muerte de ese joven que no se siente amado y que busca desesperadamente el calor de una mujer, a la muerte de la vida cotidiana, al abandono del hogar y al abandono de nuestra propia felicidad.
Mirando lo anterior, puedo decir con toda confianza que no estoy muerta, al contrario me siento más viva que nunca, sin embargo, no puedo dejar de pensar que tengo la muerte cerca, a mi lado, no dejo de pensar que el motociclista que va al lado de un bus en plena autopista, fácilmente puede ser atropellado, no puedo dejar de pensar que si salgo a la calle, en la noche no llegaré a mi hogar, pues siento que el odio, el rencor, la maldad y la mala suerte hacen parte de la ciudad y del entorno que me rodea, que son más las cosas malas que las buenas y que solo una pequeña porción de esas cosas buenas me pertenece.

Hace pocos días murió el hermano de una amiga, lo mataron por robarle, recuerdo que en navidad me enteré también de una trágica noticia donde un padre y un hijo sufrían gravemente en un hospital, pues un día, después de salir de un cajero les dispararon para quitarles el dinero de los aguinaldos y de año nuevo, y al pensar en esto, recuerdo con rabia y con tristeza al técnico del equipo de fútbol once Caldas, que un 22 de diciembre fue herido también por una bala, que seguramente, iba por el dinero del técnico, algunos dicen que existen también las balas perdidas, que aparentemente buscan sólo a una persona, pero se desvían y encuentran a otra, a otra persona que sólo iba hacía su casa a refugiarse de la guerra, pero es la guerra la que no permite que ella se refugie, ocurre tan rápido y es tan inesperado que en unos instantes la persona muere y lo único que se puede decir al respecto es que fue víctima de una bala perdida y cuando hablo de esto, pienso que es mentira, que las balas nunca pueden estar perdidas y que así como lo expresa el profesor Nelson Alonso Caro en su cuento bala perdida, ellas siempre tienen un fin y ese fin es matar, acabar con la vida, sea cual sea la persona y recuerdo ahora esa triste historia del profesor, que después de poner a sus alumnos a escribir fantasiosamente su última carta, ese mismo día, después de la clase, una de sus estudiantes murió por una “bala perdida” y no solo ella sino también su madre que jamás pudo ver la carta que su niña, de tan solo 10 años le escribió en la escuela, es verdaderamente triste y se me crea un nudo en la garganta al imaginarme semejante hecho.

Así pues, después de mirar todas estas historias y otras más, las que se ven diariamente en las noticias y en los periódicos ¿cómo no voy a ver la muerte cerca?; ¿cómo hacerme la de la vista gorda y pretender que nada pasa?; es imposible, pues a simple vista el peligro nos acecha y cada vez estamos más cerca de morir que de seguir viviendo y de esta manera veo mi muerte y tu muerte a mi lado, a la vuelta de la esquina, en la mirada del vecino, en los lugares donde busco, de vez en cuando, un poco de tranquilidad.

La muerte está en todas partes, ella no mira la raza, la nacionalidad, la ideología política, las costumbres o las apariencias, ella, al igual que las balas mata, nos aleja de los seres queridos, nos quita tranquilidad y nos deja, en cambio, un vacío que nada ni nadie puede llenar.

sábado, 8 de agosto de 2009


Magnificas almas flotan y brillan por un espacio encantado. Sus cuerpos se desvanecen a través de trajes de seda que forman una lluvia de colores, en las que se mezcla, la nieve con el sol y el frío con el calor.

La primavera, el otoño, el verano y el invierno se unen, para dar a las olas su mejor manifiesto.

Las beldades se deslizan una tras otra siguiendo una mirada al infinito y son solo las olas, las fieles testigos de tan magna belleza.

En ese espacio encantado reluce la imaginación, la diversidad, la cultura, la elegancia, la majestuosidad, pero sobre todo la belleza, elemento principal para darle vida a las olas, al agua, a la naturaleza, a la tierra, al día, a la noche, al sol y a la luna.

Nunca se sintieron tan felices, felices de hacer parte de un universo mágico, de un espacio encantado por la belleza y la atracción y después de un recorrido por todas las divinidades, sale el dios de este invento y revela así sus pensamientos y queda manifestado ante las olas el hechizo del que, por un momento, fueron testigos.

sábado, 13 de junio de 2009

Los colores de su cuerpo



Éramos dos, siempre lo había pensado así, pero a la vez, éramos un equipo, éramos una unión, éramos uno solo.
Gozaba tanto de un despertar al saber que él estaba a mi lado, gozaba tanto de un atardecer con él en mi cabeza y no podía evitar ese placer que sentía en las noches cuando sentía su cuerpo en mí, sí, su cuerpo bañado de sudor, sudor que resbalaba por mi cuerpo y me hacía sentir que era suya y solo suya.
Sus labios, rojos como el corazón que palpitaba cada vez que lo besaba, eran en mí una escapatoria, un volar, un ir y venir de este mundo putrefacto y absurdo y negro.
Sus manos, que a la vez eran alas, suaves, hermosas, blancas, me erizaban cada uno de mis vellos, de mis cabellos, cada rincón de mi piel.

Eran sus ojos una escapatoria también, ellos, verdes y claros, me hacían ir a las estrellas, al cielo, me hacían llorar, pero de alegría, de alegría al saber que ese par de pupilas eran mías tanto como suyas y eran sinceros, sinceros tus ojos… mentira.
Y ¿qué decir de sus pies? Me protegían a cada instante, me cubrían y alejaban de mí esos miedos constantes y miedos perversos, esos fantasmas que no dejaban de perseguirme, mis fantasmas, sus fantasmas.
Y esa nariz, ese olfato que perseguía locamente mi cuello, mis manos, mi cabello, mi piel, la sentía cada día más, era mía, la besaba, la tocaba, la olía, la sentía… te sentía.

Pero fueron sus oídos la más fiel compañía en esas tardes frías, húmedas y grises, en las que solo él me sacaba de mi misma, tardes en que solo quería estar a su lado, bajo el calor del fuego y la pasión de sus labios y la suavidad de sus manos y la sinceridad de sus ojos y la protección de sus pies y la búsqueda incansable de su nariz.

Sus oídos fueron testigos de cada instante que permanecíamos juntos, de nuestras historias, juegos ingenuos y juegos eróticos, ellos fueron testigos de nuestra unión, unión… desunión.

domingo, 17 de mayo de 2009

Cambalache


“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 510 y el 2000 también, que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargados”. Éstas y otras notas eran las que día tras día acompañaban a Miguel junto a sus tres grandes amigos, Héctor, trabajador incansable, cuya mayor prioridad era su familia, Ernesto, escritor aficionado, Gonzalo, fotógrafo profesional y Miguel, estudiante de Historia en la Universidad de la Plata y fiel seguidor de los tangos, de los bares y del Ron.

Buenos Aires, Argentina. Enero 26 de 1989. 5:30 PM. 10º Centígrados

Héctor, después de una fuerte discusión con su esposa, fue el primero en llegar al bar, ese bar que nunca les cerró las puertas y que estaba dispuesto a recibirlos cuando lo necesitaban, en Aires de Tango quedaban encerradas las historias que cada uno de ellos llevaba y que intercambiaban amablemente bajo el humo de un buen cigarrillo y el calor del mejor ron.
A los pocos minutos comenzaron a llegar los otros, todos dispuestos a escuchar a Héctor que con gran nostalgia les narraba sus minutos anteriores a este –Hoy una gran tristeza invade mi alma, mi esposa señores, la mujer que más amo no quiso ni mirarme a los ojos, mi amada Sonia no quiso hablarme, ni escucharme siquiera, yo sé que no le gusta que beba, pero ella debe entenderlo, me paso la vida trabajando fuertemente por ellas, es justo una recompensa, además los conoce a todos ustedes, estoy seguro de que le agradan, lo que ella me pide es más compañía, tengo que aprender a repartir mi tiempo, estar con ella, con mis tres hermosas niñas, pero también con ustedes mis muchachos, mis amigos. Pero es hora de cambiar y de volver a darle a Sonia lo que ella tanto quiere de mí. Espero que ustedes me entiendan, no los abandonaré y les aseguro que tardes como éstas serán tan agradables como estar con mi familia, ustedes son mis compañeros y siempre lo serán, gracias por escucharme y comprenderme-. Ernesto, el más nostálgico de todos, secándose las lágrimas, levantó su copa y quiso hacer un brindis por Héctor, gran padre, gran esposo y gran amigo, mientras juntos entonaban “volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien, sentir que es un soplo la vida, que 20 años no es nada, que febril la mirada errante en la sombra te busca y te nombra, vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que hoy lloro otra vez”

Buenos Aires, Argentina. Febrero 5 de 1989. 5:00 PM. 7º Centígrados

Este día se presentó la oportunidad más grande para Gonzalo, sentado en Aires de Tango, estaba a la espera de sus amigos para compartir con ellos su mayor alegría. Llegó Héctor, lo hizo temprano, pues debía darse prisa, seguido de él llegó Miguel y por último Ernesto, así pues y esta vez con una botella de vino, comenzó a hablar Gonzalo – Mis queridos amigos, hoy, 5 de febrero estoy completamente feliz. Hace algunos días tomé algunas fotografías para una revista de arte en París y las mandé solo para ver si las aceptaban y hoy me ha llegado la noticia de que les encantó y me propusieron trabajar con ellos, sin duda alguna acepté, no podía perder semejante oportunidad, me iré en unos 20 días o un mes, aún no es seguro, pero estaré en contacto con ellos para conocer mejor el trabajo, estoy tan emocionado. ¿Qué opinan chicos? ¿Por qué todos guardan silencio? ¿No se alegran por mí?- Esta vez no solo Ernesto lloró, Miguel y Héctor también lo hicieron, era seguro que se alegraban por él, pero las imágenes del momento de partida eran tan dolorosas para todos que no pudieron ocultar su tristeza en ese instante, sin embargo con una gran sonrisa, todos alzaron sus copas y finalizaron esta fría tarde con un brindis por el nuevo trabajo de su amigo y compañero Gonzalo, pues si algo tenían claro ellos era la amistad y el aprecio que todos se tenían y compartían la emoción y la alegría del fotógrafo del grupo, quien alegremente cantaba “tirado por la vida de errante bohemia estoy Buenos Aires anclao en París, curtido de males, bandeado de apremios, te evoco desde este alejado país”

Buenos Aires Argentina. Febrero 10 de 1989. 6:00 PM. 11º Centígrados

Otro día de tristeza para los chicos, hoy el dueño de la historia era Ernesto quien llegó a Aires de Tango con el corazón partido y el alma hecha pedazos, estaban ya todos en la mesa, con su infaltable ron, unos cuantos limones y los cigarrillos de siempre, había un inmenso silencio en el bar aquella vez, y Ernesto no podía dejar de llorar, a los demás se les partía el alma, incluso a Don Pepe, el dueño del lugar que recogía sus historias. Al cabo de un rato Ernesto pudo hablar – Se ha ido muchachos, se ha ido y me ha dejado, Malena se fue para siempre, creo que no volverá, aún no lo creo, se fue con un tipo de mucho dinero y estoy seguro de que no le dará más amor que yo. Sí, lo sé, las cosas venían mal, lo sabía, sabía que tarde o temprano me iba a dejar, me iba a cambiar por otro, pero algo dentro de mí me decía que nunca iba a suceder eso, y ayer me lo demostró y fue la noche más triste de mi vida, me mata su ausencia y ahora no sé que hacer, lo único reconfortante es que están ustedes amigos míos, por favor no me abandonen, los necesito y tu Gonzalo, escríbeme desde París- Hoy no había nada porque brindar, se acabó el ron, se consumieron los cigarrillos, cada uno se fue a su casa, solo quedaba Ernesto, en compañía de Don Pepe y de su libreta de notas, en la que escribía una historia donde una chica llamada Helena abandona a un hombre bohemio y enamorado llamado Fausto. Y mientras tanto suena en el bar la siguiente nota “Vos, como antes, con tus ropas de antes, ves, si soy cuando te veo como un perro que le hace fiestas al patrón, ¿por qué te fuiste? Pero era lindo nuestro patio emponchao ´e madre selvas y había sol en tus ojos y alegría en tu corazón”

Buenos Aires. Argentina. Febrero 17 de 1989. 5:00 PM. 5º Centígrados

Era la tarde más fría de todas y Miguel estaba a la espera de sus amigos en el bar. Tomaba una cerveza mientras pasaba el rato. Tenía paciencia, pues era temprano aún, pero esta vez ninguno llegó. Eran ya las 6:30 de la tarde y Miguel ya tenía sobre su mesa 4 cervezas, una por cada uno de sus compañeros. Don Pepe lo miraba desconsolado y con cierta tristeza mientas Miguel se paraba para irse a su casa, pero algo lo detuvo. A lo lejos se veía entre la fuerte lluvia a Ernesto que levantaba una mano en son de saludo, más tarde llegó Héctor y por último Gonzalo, quien se retrasó por cuestiones laborales y así como era la tarde más fría de todas, era también la más triste, pues había llegado el momento de partir. Ya Miguel había terminado sus estudios de Historia y debía volver a su casa con sus padres en la ciudad de Junín, muy cerca de Buenos Aires, Héctor emprendería un viaje cos su familia a San Sebastián, en España, a Gonzalo le habían adelantado su vuelo a París y Ernesto, el sensible y pobre Ernesto, después de perder a la mujer que más amaba, decidió irse lejos, muy lejos, nunca supieron para donde o si lo sabían, nunca nos lo contaron, Gonzalo quería publicar su historia, esa historia que comenzó el día en que Malena lo dejó, juntos como siempre, en Aires de Tango, acompañados del mejor ron y el humo de sus infaltables cigarrillos entonaban cabizbajamente la última canción que entonarían “Adiós muchachos, compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos. Me toca hoy emprender la retirada, debo alejarme de mi buena muchachada. Adiós, muchachos, ya me voy y me resigno, contra el destino nadie la talla. Se terminaron para mí todas las farras. Mi cuerpo enfermo no resiste más”. Y después de esta canción, se fueron yendo todos, cada uno a emprender su viaje y en la barra se quedó solo Don Pepe, también con una cierta nostalgia, se veía en sus ojos, pues a él también le dolía perder a sus clientes más fieles y agradables, pero al instante el bar se fue llenando y a su vez llegaron cuatro tipos que Don Pepe no conocía, pidieron una botella de ron y una caja de cigarrillos, todos contaban historias, se reían y juntos entonaban las notas que en Aires de Tango solían escucharse siempre.

Fotografía: Jenny Giraldo García http://www.flickr.com/photos/dirtyup/2747487376/